Hace un tiempo se me planteó un reto en forma de regalo, y por supuesto, mi primera opción era resolverlo mediante el fieltro. En esta era digital, en la que todos tenemos de todo, hacer un regalo especial a veces resulta complicado, así que no queda más remedio que recurrir a la imaginación y a buscar el factor sorpresa; intentar que la otra persona reciba un regalo bonito, personal y que marque la diferencia.
Y como no hay nada más personal que ver tu propia cara reflejada en tu regalo, pensé en un retrato. ¿Por qué no?
Es verdad que hoy en día tenemos fotografías a porrón: selfies, grupales, "artísticas"... Pero precisamente por tener tantas, no las valoramos como lo que representan.
Con un retrato hecho en fieltro, es como volver a los tiempos de Maricastaña, cuando la gente conservaba los retratos que se hacían para ocasiones especiales como oro en paño. Porque nos hemos acostumbrado muy mal a no valorar los detalles importantes, y esto no puede ser!!